"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"
Opinión
A vueltas con el asistente sexual
Por Pilar Ramiro, componente de la Comisión de la Mujer del CERMI Estatal
10/06/2013
De antemano me declaro abolicionista en el tema de la prostitución, no creo tampoco que la sexualidad satisfactoria pueda pagarse y por tanto estoy en completo desacuerdo con la figura del “asistente sexual”.
La sexualidad no es un derecho, al pertenecer al área de la intimidad, pero sí debe ser un derecho la libertad para elegirla y disfrutarla, y si en el caso de las personas con discapacidad existen obstáculos para ejercer dicha libertad, es en la eliminación de estos obstáculos donde hay que reivindicar, y no en la concesión paternalista de sustitución a la vida sexual sana y consentida, por un producto sustitutorio similar a lo que supone un "consolador" con el agravante de utilizar a otra persona para cosificarla y ponerle precio.
La educación sexual, la mentalización sobre el valor de las diferencias, la ruptura de prejuicios sobre lo que las personas con discapacidad pueden o no hacer, el concepto de belleza imperante y su relación con las posibilidades de seducción, son algunas de las cuestiones sobre las que debemos trabajar para mejorarlas y cambiarlas y no perder el tiempo con "cantos de sirenas" que lo único que pretenden es abrir el negocio de la prostitución a unos clientes potenciales, a los que se les supone mucha necesidad.
Hace veintitantos años participé en un seminario sobre sexualidad y discapacidad, donde se proyectó un vídeo que reflejaba cómo se resolvía, en las instituciones de Israel, el tema de la libre elección del acto sexual por parte de las personas con discapacidad allí internadas.
Se trataba de una pareja de personas con discapacidad, parálisis cerebral, muy afectadas en su movilidad y con gran espasticidad que dificultaba en gran medida la consecución satisfactoria del coito. El centro, a petición de la pareja, ponía a su disposición habitación, camas adecuadas y otras ayudas técnicas para la movilidad, y también un asistente personal, que acudía "a petición" para ayudar a colocar a la pareja, en posiciones deseadas y que se veían alteradas por la espasticidad.
Me gustaría que no se confundiera en este debate, la necesidad de que los asistentes personales de las personas con discapacidad gravemente afectadas tengan que atenderles en sus necesidades íntimas, lavarse, ponerse un tampón o un condón, con la consideración de que las relaciones personales de afecto y goce son susceptibles de ser consideradas algo que se consigue a cambio de un sueldo.
Por hoy nada más, espero que todos y todas reflexionemos con serenidad sobre este tema que aunque sea muy sensible es necesario y oportuno, y que además nos coloca en esa reflexión que se da en Europa sobre libertades, sexualidad por dinero, negocio de proxenetas, y trata de personas con fines sexuales.